domingo, 5 de junio de 2011

Chat: experiencias bisexuales

Conocí a Eduardo a través de un chat. Creo que su Nick era “camionero50”. En realidad suelo desconfiar de este tipo de nicks rollo machote, supermacho, fontanero, albañil, obrero… casi siempre corresponden con gente que en realidad es eso lo que buscan, no lo que son. Pero la tentación era demasiado grande así que probé suerte. En seguida nos fuimos al Messenger para vernos por cam. Sorprendentemente era justo como me imaginaba. Grande, fuertecito, rapado, bigote de pancho villa, cara redonda y ojos oscuros. Con la sonrisa pícara del que guarda un secreto. Se quitó la camiseta y me dejó encantado. Cuerpo robusto y sin nada de vello. Para acentuar más mi fantasía el tío llevaba algunos tatuajes, pero no de los modernos si no de los antiguos, de esos hechos a mano con un punzón. El morbo estaba servido, pero no completo. En primer lugar era camionero de verdad, internacional además. Por mi parte no había ningún impedimento para quedar. Por su parte había una última condición: “Estoy casado” dijo. Bueno, no eres el primero ni serás el último casado con el que he estado. Incluso le da morbo a la cosa.

“Bueno, en mi caso es diferente, siempre quedamos los dos juntos”

Al tiempo?

Si, al tiempo. Estarías de acuerdo

Me quedé bastante perplejo. No sabía si creerlo o era una paja mental

- Puedo verla?
- No la cara, pero puede enseñarte las tetas.

Y lo hizo

Tenía unas buenas tetas, parecía, de cuerpo, mucho más joven que él.

- Acepto. Dije.


El sitio era bastante escondido. Una casa en mitad de una discreta urbanización en las afueras de la ciudad. El bajó del coche y charlamos un poco. Ella esperó dentro y después salió también (supongo que estaba pensando si yo era interesante). Cuando salió nos presentamos y charlamos un rato. El le preguntó a ella ¿Entonces vamos? Y ella dijo que si. Así que fuimos al interior de la casa. Charlamos un poco más alrededor de una mesa camilla, todo tenía un aire realmente doméstico. El era muy morboso, un bruto con las manos grandes y sonrisa fácil. Ella era más modosa pero agradable. De unos cuarenta y pocos, rubia, todavía atractiva, entradita en carnes y un poco más bajita que yo. Me miraba con curiosidad. Yo la miraba con un poco de miedo, creo. Estaba un poco nervioso. No estaba muy seguro de que aquello fuera a funcionar. Todo tenía una atmósfera demasiado familiar a pesar de lo cual seguí adelante.

De repente Eduardo dijo, “Bueno, ¿empezamos?” y poniéndose en pie con entusiasmo se quitó la camiseta y empezó a desabrochar los pantalones. Ella se retiró y empezamos los dos. Todo iba bien, tenía una polla decente y sobre todo un cuerpo lustroso y una piel suave y brillante. Una musculatura densa. Gordezuelo pero prieto. Entonces apareció ella. Con tacones y ropa interior. Supongo que lo habría copiado de alguna peli porno a pesar de lo cual la escena seguía sin ser erótica. Por fortuna Emilio lo compensaba todo con su rudeza y espontaneidad.

Nos liamos los tres y la cosa no se vino abajo. Para mi sorpresa, funcionaba. Así que pasamos al dormitorio. Al principio era extraño tener a aquella mujer en mis brazos pero ver a aquel gañan comiéndole el coño como un animal encelado fue escena suficientemente impactante para mantenerme caliente las tres próximas semanas. Al final me la tiré con ella tumbada con la piernas en mis hombros, mientras él se restregaba detrás de mi y me tiraba de los pezones. Fue muy excitante… y novedoso. En cuanto nos corrimos se reinstauró la atmósfera conyugal.

Fumamos un cigarro mientras Eduardo me hablaba de su pasado como legionario (de ahí los tatuajes) y sus aventuras sexuales en carretera. Tienen un hijo que actualmente está también en la legión. ¿Qué pensaría ese tío si supiera que me tiro a sus padres? ¡A los dos!

Desde ese día hemos quedado unas tres veces y cada vez funciona mejor. Noto que me aprecian y se alegran mucho cuando me ven. Es como ir a visitar a mis tíos. Se ha creado un vínculo muy bonito que a veces cuesta traspasar para llegar al sexo, pero cuando lo hacemos, es una fiesta tórrida. Y lo mejor de todo, después de estar con ellos me queda encima un excelente sentido del humor que me dura varios días. Normalmente después de estar con ellos llego tan caliente a casa que necesito echar otro polvo con mi novio que ya varias veces me soltado lo de “qué caliente vienes hoy”

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