domingo, 5 de junio de 2011

Discoteca: un paleto entre semana

Me fijé en él en cuanto entró en la discoteca. Era bajito, quizás 160. Camisa de rayas y pantalón de pana y esa cara de haber trabajado en el campo toda su vida. Enjuto, serio, acartonado. Le entré en el cuarto oscuro, pero cuando le sugerí ir a una cabina me dijo que no. Queria guarrear en el cuarto así que le dejé allí con todo el dolor de mi corazón. Pero no me apetecía nada en grupo, sobre todo por que ya había visto el grupo y era penoso. Al rato me lo encontré por los pasillos y entramos en una cabina. El tío tenia una polla enorme, no encajaba con el resto del cuerpo, pero incluso se quedaba pequeña comparada con sus huevos. Era algo que coqueteaba con lo monstruoso, sobre todo si lo sumamos a que no era una polla bonita especialmente cuando la tocabas o la chupabas. Tenía una de esas pieles espesas. Como una piel de cerdo. Era un morboso de mucho cuidado. Completamente desinhibido. No deja de sorprenderme, y eso que lo veo a menudo, cómo los tipos de aspecto más ultraconservador son los más viciosos. Apoyaba su excitación en el lenguaje de una manera muy curiosa: a través de la repetición. "Dale, dale, dale, dale, dale, dale… "cada palabra coincidiendo con una respiración, era algo muy animal. "Dehpasio, Dehpasio, Dehpasio…" repetía y repetía y había algo hipnótico, visceral y excitante. Al final me pidió que me corriera en su cara y en su boca. Recogió sus atributos y siguió a por el siguiente.

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